Dirty Wars: September 11 es un juego de rol que recrea el golpe de estado de 1973 en Chile, que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende e instauró la dictadura militar de Augusto Pinochet. El juego se basa en hechos históricos y documentos desclasificados, y permite a los jugadores asumir el papel de agentes de la CIA, militares chilenos, miembros del movimiento de resistencia o civiles atrapados en el conflicto.

Desarrollado por Uglycat Studios y Sudaka Games


En esta reseña, voy a analizar los aspectos más destacados y controvertidos del juego, desde su diseño hasta su mensaje político. Mi objetivo es ofrecer una crítica detallada y objetiva, sin dejar de lado mi propia opinión personal como jugador y como chileno.



El diseño del juego

Dirty Wars: September 11 es un juego de rol narrativo, que utiliza el sistema Fate Core para resolver las acciones y los conflictos. El juego se divide en cuatro actos, que corresponden a las etapas del golpe de estado: la conspiración, el asalto, la represión y la resistencia. Cada acto tiene una serie de escenas predefinidas, que los jugadores pueden seguir o modificar según sus preferencias.


El juego incluye un manual de 200 páginas, que contiene la ambientación histórica, las reglas, los personajes pregenerados, las fichas y los mapas. El manual está bien escrito y documentado, con referencias a fuentes primarias y secundarias. El juego también cuenta con una banda sonora original, compuesta por el músico chileno Jorge Olivares, que acompaña las escenas con temas inspirados en la época.



El mensaje político

Dirty Wars: September 11 es un juego que no pretende ser neutral ni imparcial. El juego tiene una clara posición crítica contra el golpe de estado y la dictadura, y denuncia las violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen militar. El juego también cuestiona el papel de Estados Unidos en el apoyo al golpe y en la intervención en los asuntos internos de Chile.


El juego no idealiza ni glorifica al gobierno de Allende, sino que reconoce sus errores y limitaciones. Sin embargo, el juego defiende el derecho del pueblo chileno a elegir su propio destino, sin injerencias ni imposiciones externas. El juego también celebra la resistencia y la lucha por la democracia, que culminó con el plebiscito de 1988 que puso fin a la dictadura.


El juego no es un simple ejercicio de ficción histórica, sino que busca generar reflexión y debate sobre los temas que aborda. El juego invita a los jugadores a ponerse en la piel de los protagonistas del golpe, ya sea para comprender sus motivaciones o para cuestionar sus acciones. El juego también propone escenarios alternativos y posibles consecuencias, que plantean preguntas sobre el pasado y el presente de Chile.



Mi opinión personal

Dirty Wars: September 11 me pareció un juego decente, tanto desde el punto de vista lúdico como desde el punto de vista educativo, claramente el apartado grafico, modelaje de personajes y animaciones no es su fuerte tampoco es como esos juegos basura que hay en Steam, es de aura indie claramente no va ser jamás un GOTY o un juegazo, una pena porque el argumento histórico del juego es bueno, si su narrativa es básica . Pero logra recrear con fidelidad y rigor la atmósfera y los hechos del golpe de estado, sin caer en el sensacionalismo ni en el maniqueísmo. El juego también ofrece una experiencia emocionante e intensa, que me hizo sentir involucrado e interpelado por la historia.

De lo mas destacable del juego es su banda sonora


Como jugador, disfruté mucho de la mecánica del sistema Fate Core, que permite crear personajes complejos y dinámicos, con aspectos que definen su personalidad, sus habilidades y sus conflictos. El sistema también facilita la narración colaborativa, dando espacio a la creatividad y la improvisación de los jugadores. El sistema es sencillo y flexible, pero al mismo tiempo ofrece suficiente profundidad y desafío.


Como chileno, me pareció muy valioso el trabajo de investigación y documentación que hizo el autor del juego, Jorge Olivares. El juego no solo me enseñó cosas que no sabía sobre el golpe de estado, sino que también me hizo reflexionar sobre mi propia identidad y memoria.  También me hizo cuestionar las heridas y las deudas que aún tenemos como sociedad.